Pongo ya el escudo para cuando me tiren los puñales: soy fumador, des de los Celtas Cortos a los 10 años al tabaco de pipa ahora, con 59. También soy independentista. Era para aprovechar que tenía el escudo levantado.
El otro día oí con ilusión la valiente decisión de prohibir fumar en la calle durante la pandemia. «¡Ja era hora!», exclamé. Se ha acabado comer patatas bravas al lado del maquinista del Orient Express. Por fin alguien ponía la salud pública por delante de un vicio. Felicidad…. ¿Eh? Continúo leyendo: «siempre que no se pueda mantener la distancia de seguridad». ¡Qué mierda de medida es esta! Eso y no hacer nada es lo mismo. Por favor, ¿No sabéis cómo es este país? Si prohíbes fumar en una terraza, prohíbelo y punto. Me imagino diciéndole al señor de la mesa de al lado que me molesta el humo y que él se aparte dos palmos y continúe como un concursante de Lluvia de Estrellas «¿A mí me vas hacer tú dejar de fumar? ¡Ha!». Va, imaginemos unas cuantas medidas que puedan estar a la altura de esta: La Dirección General de Tráfico prohíbe circular a más de 120 Km/h, en autopista, excepto si llevas detrás una pegatina de Shin Chan. Salud prohíbe servir aceite de una botella que esté abierta… excepto si es de Jaén. Se retirará del mercado la leche de una empresa de Lugo por incumplimientos de la norma sanitaria… pero se podrá vendre si la etiqueta del tetrabric es bonita. Y, ya de paso, lo podríamos aplicar también a las sentencias: «condeno al procesado a 4 años de cárcel, pero como es de extrema derecha, le rebajamos la pena a la mitad». ¿Cómo? Ah, ¿Qué eso ja ha pasado? ¿Pues sabéis qué os digo? Fumad todo lo que os dé la gana.