Diari Més

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He entrado en una tienda de antigüedades que han abierto en mi barrio. Un hombre con acento argentino me ha preguntado qué buscaba. Le he dicho que siempre me ha hecho ilusión tener una máquina de escribir antigua y, si por casualidad, no tendría por allí mi primera nómina, de 1976. «Recuerdo que era de 13.000 pesetas» -he comentado- y cuando me la dieron me dijeron «A partir de ahora, Moisés, empezarás a cotizar para que puedas vivir con dignidad cuando seas viejo». El señor ha sonreído, se ha ido a la trastienda y ha salido con una caja de madera muy bonita, así como árabe, de aquellas de marquetería, con la palabra «Derechos» incrustada en nácar. «Lo mejor es lo que hay dentro», ha dicho el anticuario. La he abierto, y estaba vacía. «Guardaba tus nóminas y cotizaciones, pero han desaparecido, ja, ja, ja, ja, iluso», ha marchado hacia la trastienda carcajeándose ruidosamente.

No hay nada que me cabree más que ver por la tele a la gente que dice aquello de «¡Uy! Yo no sé si llegaré a cobrar la jubilación». Pero, tonto-tonta, que se queden con tu dinero y no te den ni un duro está explicado en un libro que compré en La Capona. ¿Cómo se llamaba? A ver si lo recuerdo… ¡Ah, sí! Código Penal. El capítulo más apasionante es el que se dedica a la estafa. Si unos señores se pasan 44 años cobrándome para después devolverme el dinero, y no me los devuelven, os puedo asegurar que aquello que pasó en Tiananmen parecerá un partido de fútbol infantil. Y el rollo este de que, claro, si no trabaja la población activa, no tendrán dinero para las pensiones. Pi, pi, piiip, perdonad, me acaba de llegar una noticia de agencia: «Dinamarca financiará las pensiones con un nuevo impuesto a los ricos».

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