¡Tranquilos, tranquilos! Os habéis asustado al ver este titular, ya lo entiendo. No, de momento, la relación del pobre Lionel con Andorra no pasa de haber bajado algún día algún paquetito escondido. No seáis malos, que él no baja «azúcar» como Maradona. Yo lo paso fatal cuando cruzo la frontera y aquel benemérito me pregunta si tengo alguna cosa que declarar, porque me recuerda haberlo oído el año pasado en el Supremo. No sé por qué escribo de Messi, si no me gusta el fútbol. O sea que no pierdo mi preciado tiempo en saber de fichajes, de traiciones, de Figos o de Santiagos Bernabeus. Alguna vez me han invitado a la lonja del Camp Nou y me he sentado detrás del banquillo. Pero lo que más me ha interesado siempre es el pica-pica del descanso. Incluso estuve a punto de preguntarle a Bartomeu si era amigo del que lleva la bolsa de las pensiones en España.
No he hecho como el rey emérito, yo sí que he vuelto de vacaciones. (¿Tienes sitio para dormir, Valtònyc?) Y al volver, veo que sólo se habla del pequeño genio argentino de las pelotas y de un documental norteamericano que se titula «La Estafa de Andorra». Por si no lo sabéis, Amazon ha colgado en su servicio Prime Video una película con este título que habla de una presunta operación sucia contra el independentismo catalán. Según se dice en el film, se habrían utilizado los hilos de la ingeniería financiera de varios países y eso habría provocado la quiebra de un banco del país vecino. Pues bien, el documental es como el río Guadiana, que a veces está oculto y a veces se puede ver. Y ahora, con el permiso del doctor Virgili, he inventado una nueva palabra: «semicensura», o la censura de Schrödinger, que está viva y muerta al mismo tiempo.