Diari Més

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España es un país que en 1975 tenía un PIB que no llegaba al 50% del de la Unión Europea, por tanto, somos un país pobre que ha hecho un enorme esfuerzo por mejorar. Con sacrificio y tesón, cercanos al 2000 llegamos a igualar el promedio del PIB de la Unión Europea, conseguimos que los hijos de los trabajadores/as fuesen a la universidad y que la sanidad pública fuese una de las mejores del mundo. (Qué tiempos aquellos).

Desde ese momento nos convertimos un país receptor de inmigración, aunque no como la que nosotros conocimos, ya que aquella fue reglada y salíamos de nuestra casa con contrato, regresando a ella cuando se terminaba.

La mal estructurada política de inmigración de la Unión Europea ha dejado que cada país aplicase sus propios recursos en atender a las personas que se aventuraban a cambiar de cultura para mejorar su vida.

Así, nos encontramos que, siendo un país pobre, debimos atender a una gran masa de personas que pedían ayuda, cuando parte de nuestra sociedad no estaba siendo atendida como mínimamente necesitaba.

La confusión practicada por nuestros partidos políticos ha servido para crear un proteccionismo que en ocasiones genera diferencias en las aplicaciones de las leyes.

Podemos aceptar la solidaridad con personas necesitadas de ayudas básicas, incluso que se agilicen los trámites para conseguirlas. Aunque no deberíamos olvidarnos que tenemos compatriotas que también lo están pasando mal y a ellos no se lo ponemos tan fácil.

Hemos llegado a entender ese proteccionismo de tal forma, que incluso hacemos planes especiales para regularizar centros de culto, pero, si alguien se quiere montar un bar, o una zona de carga y descarga tendrá que cumplir con todas las normas establecidas y no se escapará por la puerta de atrás con un plan especial. Deberíamos ser capaces de ser solidarios respetando las leyes. Difícilmente se entendería que una empresa que quiera instalarse en cualquier territorio de cualquier ciudad de España pidiese un plan especial para adecuar la normativa a sus necesidades. Al Fortín de la Reina de la Platja del Miracle no le permitieron un plan especial para regularizar un defecto urbanístico de hacía veinte años y la ciudad de Tarragona tuvo que afrontar su responsabilidad.

Creo que debemos hacer un alto en esta mal entendida política de proteccionismo, que solo pretende evitar acusaciones de racismo. No podemos exigirles a unos/as ciudadanos/as que cumplan con la ley y hacer planes especiales a medida para que se pueda instalar ciertos equipamientos que gozan de protección política.

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