Como la Guardia Urbana me pone multas gravísimas por dejar la moto encima de la acera, acostumbro a ir Rambla arriba y abajo buscando un agujero donde meterla, como cuando era adolescente. En uno de estos trayectos me ha parecido ver un porrón en el banco del Virgili. Me ha despertado la curiosidad pero, antes de acercarme, he llamado al TEDAX de Mossos para confirmar que sólo se trataba de un artefacto enológico. ¿Qué cojones hace un porrón en un banco de la Rambla? Seguro que los separatistas sediciosos y maliciosos han acabado con aquella moda tan nuestra del tetrabrik de Don Fernando Simón. Si seguimos así, acabaremos bautizando «Trobada 1 de Octubre» a la Feria de Abril de Bonavista… Pues me he agachado a coger el porrón y he oído una vocecita que salía del estrecho pitorro (no me pasaba desde que tuve prostatitis). La voz me proponía que pidiese un deseo. Pero, como que era un genio catalán, me ha dicho que nada de dinero ni yates… sólo cosas simbólicas. He pensado una idea ingeniosa y justa: «Quiero que los políticos tengan vidas como las de los ciudadanos para que vean sus problemas». La vocecita ha contestado «Su tabaco, gracias» y la estatua del pobre Virgili ha susurrado: «¡Me toca ver cada cosa!». Al día siguiente, todos los telediarios abrían con una noticia muy extraña. Se ve que a medianoche ¡pluf! la Ayuso se había convertido en la Isa y la habían visto en un Renault 5 aboyado, vestida con un chándal rosa, y acompañado de un tío muy musculado que presumía de tener el brazo lleno de tatuajes de la Legión. Los dos habían ido a tomar unas cañas y unas bravas al bar Manolo de Vallecas. He comprado diez porrones y los he dejado al lado de Virgili, a ver si había suerte y ahora les tocaba a los de aquí.