Aquella tarde de julio de 1977, Mark Knopfler se reunió con su banda, los Dire Straits, en los Pathway Studios para grabar la maqueta de la canción Sultans of swing. Cuando acabaron, Knopfler desenchufó su Fender Stratocaster del 61 y propuso que todo el grupo fuese de vacaciones a Tarragona.
Paseando por la calle Colón, delante del mercado, les pareció oír una música conocida. Se quedaron paralizados al ver un hombre que tocaba a la guitarra la misma canción que acababan de grabar en Londres. Entonces fueron a comer a la terraza del restaurante Xaloc, en el Serrallo, donde se reúne la gente influyente de la ciudad que ha de tomar decisiones importantes. Es una especie de club Bilderberg de Tarragona, aunque, en realidad, es una tapadera… ya os lo explicaré. Veciana, que servía las mesas, me ha explicado que oyó perfectamente como Mark Knopfler llamaba a la compañía discográfica Vértigo Records, de la Philips, para pedir que no lanzasen el disco porque habían visto a un músico en la calle tocando la misma canción y les podría demandar. El de la discográfica respondió: «¿Este que toca el violín no será el alcalde? A él ya le lanzamos un LP titulado Murallas de Tarragona, de gran éxito en Reus». Finalmente, Philips Records decidió comercializar el disco, pero el pobre músico del mercado no tenía dinero para demandarlos. Fin.
Me ha quedado corto esto hoy. Este artículo ha salido de una frase que me ha dicho mi mujer: «He entrado en el mercado y un hombre tocaba el Sultans of swing, he salido dos horas más tarde y tocaba la misma canción. Al día siguiente he vuelto a ir y todavía la tocaba…» (Veciana, el whisky que me gusta es el Macallan 12 años).