Ha tocado a mi puerta la Raquel, mi vecina. Que dice que ha oído en el Mercadona que el BBVA, el Bilbao de toda la vida, se fusiona con el Sabadell. De este machihembrado saldrá un nuevo banco y, si seguimos así, al final tendremos el BBVABSCXMPDB (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria Banc Sabadell CaixaBank Monte de Piedad del Deutsche Bank), y las tarjetas de crédito serán como un billete del AVE. La Raquel me ha propuesto que fusionemos nuestros ahorros. Ella aportaría 1.000 euros y yo los 600 que tengo en la cuenta. «Así seremos más fuertes de cara a pedir mejores condiciones. ¿No lo hacen ellos?».
Al llegar a la oficina de CaixaBank he mirado de lado a lado «Raquel, vámonos, que hemos entrado en una tienda de muebles». Sólo había sofás y botellas de hidrogel. Una señorita se ha acercado a decirnos si queríamos un móvil Samsung muy bien de precio y una tele modelo Constitución, de 78 pulgadas. Le he preguntado donde estaba «el de la caja». «Ah, ya no existe, le asignaremos un gestor». Un chico muy amable, de Vila-seca, nos ha atendido y le he explicado que mi vecina y yo fusionábamos nuestros ahorros para que no nos cobrasen comisión. Entonces ha sacado de un cajón un cartón de Marlboro, un encendedor ZippoK y una muñequita vestida de flamenca. «Todo el paquete se lo dejo por 350 euros, una oportunidad». Le he dicho que intentábamos conseguir mejores condiciones. «¡Ahhh! Ahora le entiendo…» y ha sacado un catálogo de aires acondicionados Mitsubishi a pagar en 24 cómodos plazos. Me he levantado mosqueado y me he ido a la calle. «¡Oiga! ¡Oiga! -me han gritado- que tiene que pagar el hidrogel». Entonces he vuelto y he oído como le decían a un hombre con gafas: «Siendo usted del proyecto Castor, le damos lo que nos pida».