Una historia romántica está dando la vuelta al mundo mundial. Se titula «La Carta» y tiene como escenario el río Urumea, en Donostia. Os sonará el nombre por ser aquel torrente que pasa cerca de un barrio fantástico que se llama Intxaurrondo, que cuenta con una gran zona verde. Pues flotaba en las aguas una carta de amor escrita en 1965 por la Regina, una chica de Madrid que estaba enamorada del Fermín, que era vasco. La primera sorpresa que he tenido es que ese año ya existía el amor, porque yo creía que lo había traído Jesús Puente. La historia es, más o menos, como si Jon Iñarritu saliese con la Ayuso, pero con el Zoom en vez de cartas. Ep, que igual en el año 2070 aparecen unas cartas en el Manzanares con piropos escritos. Mi memoria ha vuelto a aquel año y me acuerdo de niño mirando «Embrujada» (no, esta no era la Ayuso) en casa de un vecino. Era una mierda de casa, casi un barracón, pero tenían una tele con una pantalla tan grande que cabrían las fotos de las tres caras del próximo tripartito. Si, también era en blanco y negro… como ellos.
1965 fue el año en que el paleta que construía el Monumento a la Batalla del Ebro de Tortosa colocó el último ladrillo arriba del todo y gritó: «Esta obra será un recuerdo de mi trabajo para la eternidad». Pues no, Paco, la eternidad se te acaba el año que viene.
¡Ahhh! Imaginad aquellos años... en que el ABC publicaba esquelas en recuerdo de la muerte de Jose Antonio, y se hacían misas en recuerdo de la Falange. ¿Cómo? ¿Qué dice? Ah, ¿Qué el viernes se publicaron las mismas esquelas? Será mejor que vuelva a hablar de la carta. Pues una de las hipótesis que tengo respecto a lo que pasó con esa misiva de amor es que la Regina fue allí, a Cibeles, donde antes estaba Correos, y la certificó urgente. Entonces Correos no funcionaba muy bien y parecía que las cartas las llevase Miguel Strogoff a caballo. ¿Cómo? ¿Qué dice? ¿Qué ahora también?