Diari Més

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No suspendí la asignatura de economía porque María, una compañera de clase, de Cubelles, me ayudó con eso de la Excel. Aprender a manejar las hojas de cálculo es peor que tener un cálculo en el riñón. Cuando acabas de aprender a aplicar las fórmulas ya te has jubilado, más o menos como conseguir una ayuda del Aragonés si eres un autónomo. Por cierto, ¿Cuánto tiempo necesitan para poner en marcha de nuevo las ayudas? Claro, esperan que pase la pandemia y ya no las necesitemos. Ah, no, que burro soy, lo harán cuando empiece la campaña.

Pues ahora me acuerdo mucho de eso de los porcentajes de las clases de Derecho, que no sé por qué nos hacen estudiar economía para defender a un tío que ha herido a un vecino que tenía la música alta. Ah, debe ser para saber contar las puñaladas, al estilo de El Caso de las abuelas. «Mató a su vecino de 30 puñaladas». Y allá estaba el vecino como si fuese el prota de The Walking Death. Pues me acuerdo tanto de los tantos por ciento porque los utilizan para medir el aforo de los locales y los permisos. Que ya parecen aquellos problemas matemáticos de séptimo de EGB: Si un tren sale de un teatro con un aforo de 700 personas y sólo te permiten el 50 por ciento, pero no puedes superar los 500 espectadores y han de estar separados por 2 metros y no medir más de 1,67 de altura… En los restaurantes lo mismo: sólo podemos llenar un 30 por ciento de la sala, pero, ¿Y si tienen más salas en diferentes plantas? Si pides albóndigas, ¿El plato ha de llevar el 30 por ciento de rovellons que antes? En fin, que hoy voy a una calçotada a Valls y no sé si he de esperar al día 30, si puedo comer más de 2 calçots o si tengo que estar a un municipio de distancia. Haré una Excel.

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