A estas alturas de la vida virtual ya no nos sorprende nada. Puedes ver un perro verde con dos cabezas en Twitter y, en Instagram, contemplar el Congreso lleno de animales, también con dos caras. Y, si te fijas, también hay algunos de color verde. Ahora que hablo de verdes, os diré que no pienso hablar del video de los guardias civiles bailando en el TikTok más que aquel octubre que fueron al colegio. No hablo del tema -polémico- porque no tengo ganas de pasar por la Audiencia Nacional, que allí hay jueces que beben cada mañana La Vaquita, calificada por la OCU como la peor leche del mercado.
Lo que más me ha sorprendido en las redes en los últimos días son los monolitos que están apareciendo y desapareciendo en lugares inverosímiles. Es una especie de columna metálica de tres metros de altura en forma de tripartito, perdón, de triángulo -en qué estaría yo pensando-. El primero se ha encontrado en un desierto de Utah, en los Estados Unidos. Como pasa aquí con los símbolos nazis de algunas calles, nadie sabe quien los ha puesto. Y se da la circunstancia de que el bolardo allí en medio de la nada recuerda aquella escena de la peli «2001: una odisea del espacio», de 1968. En aquella ocasión estaba rodeado de chimpancés, y ahora también, pero vestidos… de verde también. Pues, como si fuese una ayuda a los autónomos de la Generalitat, ha aparecido y ha desaparecido. Y ahora, veo por la tele que hay una nueva versión del monolito en un paraje de Rumanía. Este es igual que el otro, pero con un acabado más, cómo lo diríamos…. Hacendado. Todo este tema también me ha traído a la mente que unos simios colocaron otro monolito en el Ebro, allí en Tortosa. Espero que, como estos, también desaparezca.