Tengo un amigo que se llama Jeroni Castell. Tiene un restaurante en Ulldecona, al que puso de nombre «Les Moles», porque allí fabricaban las piedras de los molinos de aceite. Le dieron una Estrella Michelín por su creatividad, pero con el nombre no se mató mucho. Tiene cosas malas: es del Estañol; y cosas buenas: una familia y un equipo cojonudo.
Jeroni hace meses que sufre más que el Jesucristo que representaba en la Pasión de Ulldecona y podría encabezar una propuesta para cambiar el nombre del sector por «hostialería», porque la hostia económica que han sufrido con esta pandemia ha sido peor que la de Kodak cuando salieron las máquinas digitales. Pero, en vez de eso, ha tenido una idea: vender sus productos en supermercados Condis. Croquetas y canelones con una estrella Michelín. También podría haber vendido mojama, porque también está más tieso que Franco.
Admiro a Jeroni, Carmen y su hijo Pau, por saber hacer de Les Moles un lugar que conocen ya en toda España. Así que me permitiréis que les felicite públicamente porque el sábado hizo 28 años que abrieron las puertas de aquella casita donde hacían carnes a la brasa. Siempre le digo que tendrían el mismo éxito si, en vez de crear en la cocina, lo hiciesen con la pintura o la música. Me quedo con la boca abierta ante la gente que sabe reinventarse para sobrevivir, algo que tendrían que hacer muchos comerciantes aferrados a su zona de confort. ¡Felicidades por el aniversario y por la idea! ¡Ey! Acabo de tener una ocurrencia mejor que la de él: llamaré a los de Condis para que pongan mi libro «155 Manaments» al lado de sus croquetas con el eslogan: «¡Un chef con estrella y un periodista estrellado!»