No sé por qué tenemos un concepto tan negativo de los políticos. Quizás si los viésemos durmiendo diríamos aquello de «¡miiira que bonicos!», pero los de la tele tienen la manía de sacarlos siempre cuando están despiertos. He pensado que para saber si son buena gente lo mejor sería entrar en su mundo. He preguntado dónde está la puerta y todo el mundo me ha mirado como si fuese un asqueroso independentistas «duístico». Uno de los que me han mandado a paseo me ha recordado a Bud Spencer, no sólo por la hostia a mi ego, sino porque el actor también quiso entrar en Forza Italia de la mano de «Bunga Bunga» y no lo consiguió tampoco. Seguramente somos malos de película, y si os fijáis, Ballesteros y Ricomà, no sé si son efectivos, pero parecen buenas personas. Pues se ve que has de empezar ya de pequeño, como Iceta o Aragonès, y después saber que antes de enganchar billetes tienes que enganchar carteles. El presidente que hace las funciones de presidente mientras no llega un presidente a Cataluña, entró en este mundo después de los hechos de la Operación Garzón. Se ve que en 1992 el juez estrella ordenó detener independentistas. Lo oí el otro día en TV3 diciendo «Los Jordis no tendrían que estar en prisión por desarrollar una ideología». Recojo los trozos de mi cabeza y continúo.
Después tenemos el caso del «Dirty Dancing», que empezó a ir a mítines donde se hablaba de defender el derecho de autoderminación y ha acabado haciendo mofa de los presos. Me he ahorrado poner aquí cómo empezó gente que está en política porque su padre o su abuelo ya estaban. O sea, que lo único que han traído es el DNI i… a cobrar. Algunos, incluso provenían de la Falange, aquel club que regentaba un Primo de Rivera. Ahora iba a hablar de Castillo. Lástima, no me cabe.