Tanto sufrir el año 1999 por cuando llegase el 2000… que si habría una catástrofe mundial, que los ordenadores dejarían de funcionar, que los aviones se caerían… y va y resulta que Nostradamus se descontó. El año 2020 ha sido, seamos claros, un año de mierda. La mayoría la hemos pasado en casa, en los balcones, con mascarillas, sufriendo por todo, con amigos y familiares en la UCI o en los hospitales, con facturaciones ridículas y blasfemando todo el día por la situación. Aparecieron los policías de balcón, los documentos de autoresponsabilidad, las gafas empañadas, los fa… náticos de la nostalgia política, la polémica de aquel que salía en los billetes de 5.000 pesetas… La UNED cabreada porque ahora todas las universidades son a distancia. La sociedad se ha paralizado. Conozco gente que sufre por su negocio pero, ¡Tachannn! No he visto a ningún funcionario, policía, fiscal, político rey o reina que haya perdido su trabajo. ¿Curioso, no? O todos «botes» (nótese el disimulo) o todos curas. Esta tontería de que el mundo será diferente al día siguiente de tirar la hoja del calendario que pone diciembre ¿Quién se la inventó? Hombre, a ver, si me habláis de la influencia de la Luna en las mareas, puede ser. Si me habláis del solsticio, del equinoccio y otras palabrotas, todavía. Pero que un día un emperador borracho en una taberna de Pompeya dijese: «¡Ahora, ahora mismo ha empezado el año 1!» y se tragase doce uvas, no tiene ninguna credibilidad y, lo que es peor, no tengo ninguna esperanza de que cuando ponga 2021 en mi calendario del Google todo haya cambiado. Eso sí, el 21 de noviembre de 1975 hubo un cambio muy grande en nuestra sociedad. Perdonad, pero no puedo reír y escribir al mismo tiempo. ¡Buen año y portaos bien!