Tengo en las manos un libro que ha escrito Paco Zapater. Se titula «Medio siglo de abogacía penal». Él es el primero en mi agenda de amigos de Tarragona, aunque tendría que ser el último. No, no me debe dinero, es porque la Z es la última letra del alfabeto. Esta proximidad me ha enseñado que es un hombre modesto a quien no le gustan los halagos, pero, hoy, se tendrá que fastidiar. Él manda en su despacho y yo en mi artículo.
Siempre he dicho que hay una serie de personas que hacen que Tarragona tenga más categoría ahora que cuando era capital de la Hispania Citerior. Él, Ódena, Boada, Bertran, Carbonell, Sabaté y Ruiz de Arbulo -entre otros- enriquecen la ciudad. Paco es una de estas personas que, aunque es valenciano, tiene una calidad personal que lo haría igual de querido si tuviese un restaurante o se dedicase a la fina lencería de puntillas. No malpenséis, me refería a las puñetas de las togas. Paco reúne tres cualidades: excelencia en la defensa, sencillez en el trato y saber escribir. Con la misma disciplina que controla que no se le pase por alto un plazo legal o el momento de regar el limonero, había destinado cada martes a avanzar en esta obra que yo califico de deliciosa. Con ella quiere ayudar a los nuevos juristas, y no tan nuevos, transmitiéndoles aquellas vivencias del mundo del Derecho Penal que no se aprenden en los libros. Y precisamente por eso es una joya que tenéis que leer si sois abogados, estudiantes de Derecho -como yo- o un simple ciudadano que quiere conocer las claves de una instrucción o un juicio penal explicadas con palabras coloquiales que dan luz a un mundo que tiene fama de oscuro y críptico. Paco Zapater es, sin duda, un letrado letrado.