La productora El Terrat de nuestro Andreu cumple 30 años. Hace tiempo que ya no escribo para ellos, pero no puedo evitar reconocer que me han quedado en el alma, como si fuese una antigua novia.
Entré en la productora tímido, sin tener muy claro qué aportaría un periodista de sucesos dentro de una fábrica de tonterías. Era una cuestión de fe: la que tenías que tener en ti mismo y la de la religión del humor, de la que soy creyente. Al cabo de pocos días de entrar en aquel loft de Córcega con Bailén, llegó el momento de pánico. El teléfono de mi mesa sonó: era Susana González, productora del Terrat de Radio: «Andreu quiere que te llamemos durante el programa». No tenía guion, ni nada preparado… ¿Qué cojones quería? ¡Yo hablando por los micros de la SER de Radio Barcelona! Aquella pandilla de genios destructores: Oriol, Fermí, Santi Millán, José Corbacho, me meterían en la Thermomix si no era rápido e ingenioso. Hace dieciocho años de aquello, pero, en una presentación de Cinta Bellmunt, Oriol me dijo que todavía lo recordaba.
Felicito a la gente de El Terrat, especialmente porque sé que, como yo, han pasado por momentos de gloria y por momentos de Glòria Serra. La última cosa que hice con ellos fue en 2004, haciendo de payaso en el teatro de Ordino en un programa que presentaba Graset. Cada noche, en la cama del hotel de Andorra, me preguntaba qué había hecho yo en la vida para haber pasado de entrevistar a Jareño a hacer reír a 500 personas en un teatro y a 70.000 en la tele. El Terrat cumple 30 años y yo 60. Aquella ermita con monaguillos haciendo chistes tendría que ser ahora una basílica y, como también estaba Maite Buenafuente, se tendría que llamar la Sagrada Familia del humor.