Somos un país de pandereta. Sí y zambomba también. Tenemos que reconocer que cuando llueve mucho, o nieva, vamos de cabeza (y de culo) de tal manera que si no te quedas sin luz, se te cae el techo encima. No sé cómo pueden vivir en Oslo o Kiev. ¿Allí también llenan los informativos con imágenes de calles nevadas? ¿Allí también tienen a una mujer que se llama Catenaria que está como un tren pero siempre enferma? En los países nórdicos deben tener muchos políticos con palas y aquí tenemos paladas de políticos que se dedican a crear siglas cuando llega una crisis: primero fueron el NEUCAT y el FERROCAT, pero ahora ya es un BUTACAT.
No sé cuántas décadas hace que se repiten estas situaciones. (¿Recordáis un conseller y una discoteca?) Pero como soy un buen ciudadano y me gusta colaborar, se me ha acudido -en un momento de locura- que podrían ir a informarse a los países donde cuando nieva no se paran los trenes, se puede circular y no se caen los techos. Diré la palabra clave, prohibida en la URV: ¡Copiadlos! En otros temas como la corrupción sí que habéis aprendido de otros países. ¡Eh, pillos! ¿De verdad que cada vez que el tiempo se enfada tenemos que tener muertos? ¿Cuánta gente muere en Helsinki un fin de semana que nieva?
Lo cortés no quita lo valiente, quiero enviar un abrazo a todos los cuerpos que trabajan en estas emergencias: bomberos, policías, gruistas, SEM… la crítica no va con ellos, que ya agradecerían tener más medios. Y, por favor, huyamos ya de frases como «¡Hombre! Es que allí llueve cada día», para justificar que cuando caen cuatro gotas aquí hay más mortalidad en las carreteras. Qué llamen al Royal Automóvil Club de Irlanda y pregunten por qué allí, que tienen un cuarto de hora de sol al año, no tienen accidentes. No, mejor, que vayan a Suiza a preguntar cómo se vota por internet.