Lo reconozco, soy una rata de ciudad. Ya sé que a vosotros os sonará que Jerez, donde nací, no debe ser pequeño. Sólo un dato: es como Tarragona, Reus y Valls juntos. No he vivido nunca en una población rural y eso comporta que no entienda de setas, árboles ni animales. Cuando voy al pueblo de la suegra, en León, camino por el campo cagado porque puede salir cualquier peligro: abejas, vacas bravas, perros y gatos salvajes, y también cazadores salvajes. Sí, sí, cazadores. He leído que ya se han cargado a más de uno con el tema de la confusión, como le pasó a… ¡Callo! Y todos se ríen de mi como si fuese imbécil. Un amigo bajaba de la montaña con la bici y se cachondeaba de mis miedos. Le pregunté qué era la venda que llevaba en el tobillo, que si se había caído. Me dijo que no, que se le había quedado enganchada una garrapata y tuvieron que correr.
Os hago un resumen de prensa un poco especial. «Un hombre muere embestido por un ternero en una finca de Málaga», «Muere un hombre de 32 años después del ataque de un perro de raza peligrosa en Cassà de la Selva», «Un home de 54 años muere por el ataque de un enjambre de avispas asiáticas», «Un cazador mata accidentalmente a un hombre que recogía piñas en Santa María de Martorelles», «Un cazador hiere a un ciclista durante una batida de jabalís en Massanes». Como diría Jair Domínguez: «¿Quién es el loco ahora»?
El campo es un peligro. Y todavía más si añadimos que te puede salir una hembra de jabalí con sus jabatitos, o el amo de una finca con mala hostia. Antes llevaban escopetas de sal, pero ahora, con estos de Vox, ya deben disparar con bala. No vayáis al campo, es peligroso, especialmente el Nou Camp, que se ve que allí también hay tiros y también algún cabrón, en el sentido zoológico de la palabra.