Queridos amigos. Id a Twitter, al Facebook o al Mercado Central y comprad gambas de Tarragona para regalarme porque… hoy hace tres años que escribo los Mandamientos. Si, ya lo sé, vuelvo a hablar de mí, que ya está bien de Hasel, de Ada madrina Colau, rezar al «Sant Per de Interior» y hacer sudokus sobre cómo quedará el Parlamento. Hoy es como si fuese mi cumpleaños, porque los Mandamientos ya forman parte de mí, como las uñas de los pies, la caspa o mi moto.
Hoy haré aquello que hacen los que reciben premios y medallas: dar agradecimientos. ¿Os habéis fijado que siempre dicen lo mismo?: Se lo debo todo a mis padres que me han ayudado, a mi abuela, que me dijo que era gracioso, a mi mujer que me aguanta… Y una mierda, yo no le debo nada a nadie -aparte de a CaixaBank- todo me lo he hecho yo solito. Siempre critico la falta de autoestima de los que dicen que, si no hubiese sido por fulatino o citranito, no estarían allí. Eso sólo funciona en el caso de los ministros catalanes, el resto se lo han ganado a pulso. No te aprueban en un examen, te ponen la nota porque lo has hecho bien o mal. Hasta aquí la filosofía.
Os he de confesar que hay gente importante, y no es la Mireia Montávez, la concursante de Operación Triunfo de Vila-seca, que me dice que me lee cada día desde hace años. Es como cuando me dicen «He comprado su libro… ya le diré qué me ha parecido». ¡Ja, ja, ingenuos! Una vez habéis pagado el libro, y yo he cobrado, que os guste o no es tan relevante como el color de americana que se ha puesto esa mañana Sala i Martin. Sí, amigos, me gusta mucho que me leáis, pero más me gusta cobrar a final de mes, y espero seguir cobrando tres años más. Con los amigos hay que ser sincero ¿No? Pues, hala, ¡Felicitadme!