Diari Més

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¡Buenos días! Sencillo, ¿no? Son dos palabras que aprendes cuando tienes uso de razón y que desaprendes cuando vives en una ciudad. Fui a comer a un restaurante de Tarragona que está tan cerca de la Catedral que pronto lo inmatriculará la Iglesia. Cuando llego y veo gente comiendo digo «Buenos días y buen provecho». De quince personas, una ha levantado la cabeza, como si tuviese que decir «hace viento hoy». Cuando era un mocoso, en casa me decían: «No juegues con los cubiertos en la mesa; si vas por una calle y ves a una persona mayor, baja de la acera; en la carretera camina por la parte izquierda; da las gracias siempre…». Pues, todo eso, ahora es como el intermitente de los coches, que no los utiliza ni el fabricante de intermitentes de coche.

Así que me pregunto, ¿Cuándo tenemos que decir buenos días? Sí, ya en Cornudella no hace falta preguntárselo, porque probablemente te saludará todo el mundo, pero ¿Y en la Rambla de Tarragona? ¿Qué fórmula tenemos que utilizar? Y vosotros diréis: «¿Qué necesidad tienes que la gente te desee nada si ya tienes un buen día? ¡Verdad! Y tú, ¿Qué necesidad tienes de montar una boda y casarte si ya vivías con tu pareja? ¿Y por qué le dices «Te quiero» a tu mujer si es obvio que la quieres? Principalmente porque ella utiliza tu tarjeta de crédito para comprar en Amazon. ¿Qué? Sí, perdón, o tú utilizas la suya.

Estaba en los lavabos de Ikea y entra un señor y se pone a mi lado. Espero que diga algo, pero no. Sólo mira la pared como si fuera uno de los 26 millones de rojos de este país. La verdad es que tendrían que crear un manual de instrucciones para saber cuándo tienes que ser cortés. Sólo se me acude una situación en la que no hay duda: decir «¡Adiós! ¡Buen viaje! cuando hablas de alguien de Ciudadanos.

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