Diari Més

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Este articulo lo escribo originariamente en catalán, pero, en atención a los lectores castellanoparlantes, lo traduzco también a la otra lengua oficial. A pesar de todo, a menudo escribo algún localismo o palabra indígena y después, en la traducción, lo paso mal. Un lector me ha escrito diciendo que este artículo es una «poca-soltada», que es lo que vendría a ser el producto de un sinvergüenza. Pero ¡ostras, tu! Qué palabra más bonita. Pero, claro, si la tengo que traducir, ¿Qué pongo? «Una sinvergüenzada?», «¿Un disparate?», «¿Un despropósito?». O sea, que soy un «poca-solta» y he tenido que investigar para saber si me han lanzado un piropo o un carro de mierda por encima.

He vuelto a hacer aquella aventura de ir al diccionario para pasar la tarde saltando como aquella ardilla que recorría la Península de árbol en árbol. A ver qué dice el diccionario sobre un «poca-solta». Dice que el que no tiene «solta». ¡Bravo! Seguro que el académico lo ha escrito y se ha ido a desayunar satisfecho. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué no tengo suelto, o sea, monedas de cincuenta céntimos en el bolsillo? Pues no. «Solta» es habilidad. ¡Lo ha acertado! No, no soy un manitas.

Pero no ha acabado aquí la lección académica. «Poca-soltada» también tiene un sinónimo que es «gatada». ¡Si señor, ahora sí que hemos dado en la diana! Parece que los del diccionario lo hayan escrito pensando en mis mandamientos: «Pieza de tipo paródico donde alguien ridiculiza alguna actitud heroica y grandilocuente». Como sabéis, este artículo es periódico y paródico de actitudes heroicas y grandilocuentes, como irse al extranjero con los bolsillos llenos de millones. Y como la grandilocuencia es la habilidad de deleitar, yo, haciendo de académico de la lengua, invento una nueva palabra: «deleictor»: «persona que da placer a los que le leen». ¿Veis como al final todo se aclara?

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