Diari Més

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Tener suerte no es encontrar una buena pareja, ni que te salgan bien los hijos. Tener suerte es encontrar un buen compañero de trabajo. Compañeros como los de antes, de aquellos que te cubren la espalda cuando te sale algo mal, de los que dicen que estás en el lavabo cuando te has quedado dormido, o que te dicen «lo siento» cuando lo sienten. Quedan pocos compañeros como los de antes, gente de una calidad personal brutal a los que llamamos «buen tío». Gente que ante un favor -y yo he pedido muchos- te dicen: cuando quieras y lo que quieras. Mi Àngel de la Guarda se llama Mario López Piñero, es el maquetista de este diario y el primero que lee este artículo porque es él quien lo «pone» en la maqueta. «Eres un artista», me dice siempre, aunque lo que haya escrito ese día sea flojito. Con Mario se puede hablar de todo, de libros, de series, de coches… menos de playa. Los dos odiamos la arena. Si tienes un problema, te regala un sabio consejo, y no de los del estilo «cuñao» que te dan algunos amigos. Mario es de aquellos compañeros de trabajo, como los de antes, con quien te ríes en la mesa de un restaurante, compartida con Carles Gosálbez, el alquimista que supo transformar el Mario compañero en un amigo con quien compartir ratitos fuera de la redacción.

Mario ha muerto. De repente, joven, y como lo hacía todo, sin estridencias. Él no era nunca el protagonista. Me he acordado de una mañana que compartimos un vermut en una mesa de la Fontcalda. Hablamos de la vida, del trabajo y de la muerte, esa cruel malaputa que se lo ha llevado a medio camino. Ahora, nos hemos quedado en Tarragona llorando y él ha tirado montaña arriba, arriba, arriba… más allá de su Pirineo. Parece que allí arriba también necesitan buenos tíos, buenos compañeros, como los de antes. ¡Cuídate, artista!

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