Debo ser de las pocas personas que hace Teletrabajo que ha trabajado en la tele. Si no has pillado el juego de palabras es que el confinamiento os ha vuelto como Toni Cantó. He visto que el Pérez-Reverte dice que no hay mejor político en el mundo que el de Siete Vidas. He estado con el ceño fruncido y rascándome la barba media hora pensando en que le habrá pasado a este hombre ... y al otro. De hecho, me he quedado con los ojos de Marty Feldman cuando un amigo -que era normal hace unos días- me ha dicho que lo que dice Javier Cercas es verdad. Entonces he pensado que todo esto del teletrabajo nos está haciendo daño. Dicen que es consecuencia de lo que llaman «fatiga de Zoom», que yo creía que sólo les pasaba a los fotógrafos de prensa que llevaban aquellos objetivos más grandes que los de los republicanos y los «juntspercateros».
Ahora, en las clases de la universidad, y no digo cuál porque me expulsarían, dicen que tenemos que hacer exámenes con la cámara puesta. ¡Y nos grabarán! Que a mí se me ha ocurrido que mi mujer haga una broma y entre en la habitación gritando: «Chato, ¿Dónde ponemos el cadáver de mi madre?» Seguramente vendría a casa la brigada que destroza puertas sin órdenes judiciales, y me golpearía ante la cámara para el disfrute de los compañeros y profesores. Mira, si no me he hecho famoso durante tantos años de prensa, tele y radio, ahora me conocerán por mis respuestas sobre el Constitucional. Probablemente también me expulsaran por mis respuestas, porque había pasado muchas noches en el hotel Mindanao de Madrid y por la ventana veía aquel edificio que parece un pastel de cumpleaños. He empezado hablando del teletrabajo y he acabado hablando de los que no trabajan, ni con tele, ni sin ella.