Cuando éramos pequeños y jugábamos a fútbol lo hacíamos con una pelota de goma y los mismos zapatos que llevábamos en el cole, porque sólo teníamos unos. Por eso abríamos los ojos como platos cuando un niño aparecía con unas botas de futbolista con clavos y una pelota gris que llamábamos «de reglamento». Eran aquellas que estaban cosidas en fragmentos rectangulares que se tenían que hidratar con grasa de caballo. Todo esto lo sé porque me lo han explicado, porque yo de pequeño sólo leía a Victor Hugo.
Al Parlamento de Cataluña ha llegado la jugadora que lleva las botas de clavos y una pelota «de reglamento». La «pichichi» no se llama Messi, ni Ronaldo, es Laura Borrás y ha hecho una defensa que ni el Piqué. Y claro, el Carrizosa quiere marcar gol en el Parlamento con su habitual filibusterismo, pero juega con una pelota de Nivea de aquellas de playa. La Borràs es inflexible contra los que intentan disparar sin balas. «¿Me podría decir por qué artículo pide la palabra?». Era habitual que el parlamentario de turno dijera simplemente «por una cuestión de orden». Y hala… ¡a gritar! Pero, amigos, la cosa ha cambiado, porque Laura tiene el reglamento del Parlamento más claro que la tabla de multiplicar. Y si quien quiere interrumpir la sesión no dice el artículo de la cuestión de orden de la que quiere hablar, se convertirá, por arte de birlibirloque, en el mudo de los hermanos Marx. Carrizosa dijo el miércoles, enfadado, «¡No nos haga aprender de memoria el reglamento!». Vamos al reglamento: «Un diputado, en cualquier momento del debate, puede pedir al presidente la observancia del Reglamento. Con este fin, debe mencionarse el artículo o los artículos cuya aplicación reclama». La grasa de caballo se ve que no sirve con la Borràs.