Diari Més

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¿Os han pintado alguna vez la casa? ¿Sabéis cuando el comedor y el dormitorio se convierten en el desván del Museo del Prado y te pasa como un soltero feo, que no encuentra nada bajo las sábanas? Pues un señor voluminoso como una servidora no podía llegar al armario sin remover tierras con una excavadora. Y, por eso, decidí confinarme en casa hasta que terminaran los de la brocha. Pero, amigos, el destino, el Karma o la Carmen, decidieron que el teclado del ordenador dejara de funcionar. Escribía como habla Jordi Pujol, tos incluida. Para alguien que introduce alimentos en la boca gracias a lo que escribe, esto es una tragedia mayor que la crisis de papel higiénico de Mercadona. Total, que he tenido que salir de casa vestido como Tom Hanks en Náufrago, con unas alpargatas agujereadas y murciélagos en la barba, porque tengo la ducha inhabilitada. Pero he pensado: «total, cojo la moto, voy a la tienda y compro un teclado. Nadie me verá». La mujer me ha chillado: «¡bajaaa la basuraaa, que huele!». Camino con una bolsa que chorrea aceite y me mancha la camisa y el pantalón. Llego a la moto y oigo: «Moisèèès!». Un amigo me propone tomar algo en una terraza. Es de confianza así que decido sentarse con él antes de volver a casa con el polvo y el olor a pintura. Mientras hablamos, se acerca un señor con mascarilla y me saluda. Es Josep Poblet, el ex presidente de la Diputación, que a estas alturas debe pensar que vivo en la calle. Minutos después pasa el Josep Bertran, de Repsol, que me presenta a su señora muy amablemente. Me levanto intentando tapar con la mano las manchas y la saludo avergonzado. Me ha parecido que decía: «Pep, seguro que este Peñalver no vende heroína?».

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