Amigos, los periodistas tenemos que escribir de la actualidad, de lo que se habla en los bares y en la calle. En el Parlamento ya no es necesario, porque no se habla de nada. He investigado, y después de pasar por el tamiz todas las conversaciones de cuñados que he oído y tirar en el contenedor marrón temas guarros e insultos, he descubierto que lo que se habla en la ciudad no es de la pandemia, ni el cambio de gobierno del presidente alto y del futbolista bajito. De lo que se habla en Tarragona es de ópera. Sí, sí, ya sé que hace cinco días que enterraron la hija del Rigoletto, pero se ve que todavía huele mal. Bajo la voz para que no me oigan. Se ve que el Times no ha dicho nada de cómo fue la representación de Verdi con un millar de asistentes. Perdón, mil y uno, porque yo también estaba. Algunos piensan que los duendes de la imprenta cobraban poco, otros, que con el aumento de la violencia en las calles se ha acabado el plomo de las linotipias o, simplemente, que entrábamos en el fin de semana y esto -según el Estatuto de los Trabajadores- requiere una nueva tarifa y, ya sabéis que no hay un duro en ninguna parte ... que no sea Suiza y Arabia Saudí. Ya sabéis que los árabes y algunos «turistas» españoles son de tener mucho dinero y muchas mujeres.
Ahora hay una legión de tarraconenses que caminan mirando al suelo, deprimidos, porque decidieron ir al campo a cuidar el huerto en vez de ir al Campo de Marte. ¡Mirad, si no el ejemplo del Xavier Sabater! Òdena sólo movía los labios, porque el político era realmente quien cantaba. Los que lo conocéis sabréis que tiene un vozarrón, así que no sería extraño. ¿Cómo? Ah, que ya lo habéis descubierto, ¿Eh, ladrones? Efectivamente, la soprano también movía los labios pero quien realmente cantaba era Miquel Iceta.