Si el registrador de la propiedad don Mariano Rajoy Brey fuera alcalde de Tarragona, probablemente diría que unos operarios han hecho unos agujeros en la Torre de la Minerva, pero que son unos «agujeritos de plastilina». Cuando he leído la noticia, he mirado para el techo como si el hijo de mi vecina, Eudald, que tiene un año y medio, hubiera decidido la reforma de la Savinosa. Aunque mi ADN proviene de los árabes y mis células han crecido en Reus, me ha sabido mal que se dañe el patrimonio romano. No lo entiendo. ¿Quien cogería una excavadora y arrasaría piedras de una pirámide o cortaría los cuernos del Moisés? ¡Ep, el del Miguel Angel, eh! Hace unos meses paseaba por delante de la Torre de la Minerva con Pep Escoda, que me mostraba, con un conocimiento preciso, todos los elementos de la familia de la diosa. Quedé boquiabierto ante aquellos dos testigos de la historia, la Minerva y Pep, porque sus fotografías también lo son.
Y después de reír, vendrán los llantos, no los del pobre Hermán. Digo pobre porque lleva más mierda encima que aquel Ford Super De Luxe de 1946 de Regreso al Futuro cuando le cae encima un camión de estiercol. Esperad que he tenido una idea entretenida, leeré un fragmento de un libro muy divertido que tengo por casa. Concretamente la página 321: «Los que alteran gravemente edificios singularmente protegidos por su interés histórico, artístico, cultural o monumental serán castigados con las penas de prisión de seis meses a tres años». Ahora veremos si la fiscalía actúa de oficio, el oficio que no han tenido los de «Manolo y Benito, corporeishon» haciendo aquellos agujeros que tendremos que tapar con unos «hilillos» de plastilina.