Hace 30 años que vi por primera vez a Josep Maria Buqueras. Venía por elTimescon aquel sombrero que le caracteriza en la mano. Llevaba personalmente los artículos que se tenían que publicar, una tradición que seguían también Sánchez Real, el doctor Allué o Jordi Folck, porque internet era todavía un cigoto. Me sorprendía su hiperactividad: arquitecto técnico, profesor de la Laboral y mil cosas más. Me hace gracia ver de vez en cuando artículos suyos de opinión junto a los míos después de tantas vueltas que ha dado el mundo. Josep Maria hace unos meses que me persigue y yo, que tengo la agenda de Kissinger, le voy dando largas. Me olía que aquel café llevaba trabajo de aquel que no se cobra. Ahora caen de los árboles los que te piden dar charlas, y como él está en elRotary,me veía venir una trampa. Pero no, tenía una noble intención: regalarme uno de los libros más bonitos que he visto en mi vida (después de los míos). Se titula «Casa Navàs y el Modernisme de tota la província de Tarragona» (no creo necesario traducir el título para que lo entendáis) y es un repaso a las joyas arquitectónicas modernistas y novecentistas de la provincia, con unas fotos espectaculares. Los herniados no lo pueden comprar porque pesa un quintal. Pero antes de la parte bonita de la historia viene la triste: Habíamos quedado en el circo de la Fuente, y en la Rambla Vella se me ha cagado encima una gaviota, debía ser la del PP, que sabe que soyindepey se ha desahogado bien encima mío. Al marchar, me he cruzado con un hombre con sombrero, como salido de una novela de Dickens. Me ha dicho que era el espíritu de Antoni Gaudí y me ha susurrado al oído: «No sé si sabréis vos que el Buqueras es de Reus, como yo». Le he preguntado cómo le iría una charla en el Rotary.