Un montón de gente que no cabría en el Nou Camp cree que Twitter es un invento del demonio donde todos nos insultamos entre nosotros. Conozco gente que se ha casado y se conocieron tuiteando en esta red. Podría hacer un censo de la gente que necesita tener un libro de papel en las manos, odia el Ebook y mancha el diario con el café al considerar blasfemia mirar las noticias en una tableta. Consideran que un vehículo eléctrico es un desastre ecológico porque las baterías contaminan, que el GPS se equivoca siempre, que el patinete es widget odioso que no hace más que molestar a los peatones...
Mientras, en otras sociedades, ven todas estas modernidades como ventajas. Recuerdo un día que entré en un bar del barrio San José Obrero. Una chica china, que atendía al establecimiento, reconoció mi móvil y dijo que si tenía 5G era burro porque aquí aún no se podía disfrutar. Eso sí, su familia en el país del Mao Tse Tung ya hacía meses que iban con 6G. Allí puedes pedir un crédito, simplemente, enviando una foto tuya y puedes hacer mil cosas más que aquí nos estremece, porque claro, «Es una sociedad que te controla al milímetro». Esperad que me levante del suelo, que me he caído de la silla del ataque de risa. Tomad nota: Partida de nacimiento, DNI, libro de familia, la cuenta de Google, el Netflix, los vídeos de seguridad de los cajeros, la localización por triangulación de antenas del móvil, el historial del navegador, el borrador de Hacienda, los datos del ICS, la documentación del vehículo, la ITV, el IBI, el censo, el padrón, el expediente médico ... ¿Os basta, o sigo? Perdonad, tengo que llamar a Miguel Strogoff para que lleve el artículo a la redacción del MÉS.