Diari Més

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Tengo amigos muy importantes, amigos poco relevantes y directores de banco. Últimamente me pasa algo con el móvil cuando hablo con alguien de los que tienen relevancia política, judicial o prestigio personal. Vaya, como yo. No pongo nombres porque sé que algunos son lectores de este artículo, pero les aviso no sea que los hayan instalado en el móvil aquel programa espía, el Pegasus, especialmente si llevan un aparato «de empresa». Cuando la conversación es con alguien que cobra menos que yo -no es difícil- se oye tan bien que dirías que vive dentro de mi Xiaomi. Ahora, cuando llama algún prestigioso, parece que hables con Arévalo explicando el chiste de la ferretería y «la punta del cáncamo».

A ver, señores, un imbécil como yo ha podido entrar en un cuartel de la Guardia Civil donde le han enseñado aparatito que sirven para intervenir teléfonos. Yo mismo me compré un escáner para oír las comunicaciones de la policía cuando era Lou Grant al Times. Estudié informática forense donde también explicaban cómo funciona este show. ¿Qué tipo de asesores técnicos-policiales-informáticos tienen los presidentes de gobiernos, ah, se me olvidaba ... y también Torrents, como para que los introduzcan Cañita Brava en un Iphone y nadie lo detecte? La duda está en el nivel de «si tienen pasta, abogados y asesores, ¿por qué enganchan 300 alcaldes y concejales de urbanismo cada año?». Si son delincuentes, ¡Coño, que sean profesionales! Un ciudadano que ve que condenan un concejal, debería pedir volver a votar. En fin, que yo creo que los insultos, las ironías y los sarcasmos van en el sueldo del político, pero deberían cobrar una paga extra -algunos querrían que volviera la del 18 de Julio- para dejarse espiar por el Mossad después de desayuno.

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