Diari Més

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Iba por la calle Baró de las IV Torres cuando me ha llamado la atención una bolsa de plástico abierta y, a su alrededor, objetos esparcidos por el suelo. En el montón había un retrato con un marco de piel y esquinas doradas. No me he dado cuenta de que era una foto que conocía. He limpiado el cristal con un pañuelo de papel y, efectivamente, era Ernest Lluch, asesinado en Barcelona. Alguien enmarcó aquella fotografía del político, con corbata roja, en una especie de acto de homenaje que ahora rodaba por el suelo, pisado, y sin que nadie le prestara atención. Parecía un collage artístico-dramático que reflejaba perfectamente lo que es la política. En el mundo de los representantes del pueblo un día estás arriba y otro te encuentras en la calle y la gente pasa por tu lado sin verte. Puedes pasar de ser famosa a ser una muñeca de Famosa ... rota.

La figura de Ernest Lluch está relacionada con un fragmento de mi vida. En noviembre de 2000 me fui de Tarragona para empezar una nueva aventura en Barcelona. Encontrar piso allí es más difícil que cazar una neurona en la sede del partido con el anagrama verde. Así que terminé en un piso del tamaño de un confesionario de iglesia en Collblanc, a poca distancia de donde vivía el exministro socialista. Durante un día fue mi vecino, al día siguiente lo mataban. Acababa de llegar a la capital y me asusté cuando oí aquella enorme explosión. Era el coche bomba que ETA había hecho estallar. Ayer, al encontrarme una representación de Ernest cerca de mi piso de Tarragona he recordado aquellos días. Muchas otras veces, lo que veo en el suelo es el Diario Més con mi foto pisada. También es una buena lección de humildad. No, Pep, hoy no he puesto ningún chiste.

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