Buenos días, amigos. Vosotros leéis esto pensando que estoy en una triste redacción de Tarragona con un ventilador Orbegozo y una camiseta Imperio. También os imagináis que, en agosto y con pandemia, me tiran por un agujero bocadillos y botellitas de plástico llenas de trocitos de muralla agujereada. Pues, no, amigos, estoy en Canarias, ¡joderos! Ya sé que no os importa un pimiento, pero os contaré que viví en un hotel en el parque de Santa Catalina de Las Palmas en 1989, cuando trabajaba en el diario Canarias7. No, no soy amigo de Xavier Cugat, pagaba la empresa. Treinta y dos años después veo que el hotel, que se llamaba «Don Juan», pasó a llamarse «Los Bardinos», «Sol Inn» y ahora creo que es AC Hotel Gran Canaria, que es de Marriot. Me ha preguntado la telefonista si había estado en el hotel y le he dicho que vivía allí antes de que ella empezase a beber. Entonces tenía una cuenta corriente en el Banco Central, que pasó a llamarse Hispano Americano, que fue al final el Banco Santander, también conocido como elBanco y en Botín. Al final los mandé a freír espárragos y me fui a La Caixa, que luego fue CaixaBank y no sé si acabará llamando Primark o Banco Manolo. En cambio, yo me llamo igual, aunque quiero catalanizarlo me el nombre de Moisés a Moisès. Sólo cambia el acento, pero es para tener un talante más abierto. Pero no voy a molestar a los de Registro Civil con esta chorrada, porque me he de casar pronto y tienen trabajo. En casa somos amantes de Euskadi -la mujer es del Athletic- y en vez de tener Telefónica o Movistar, tenemos Euskaltel. Me llamaron diciendo que ahora se llamaban Masmovil. Me han dicho «dígame su nombre, para dirigirme a usted». Le he contestado: «me llamo Moisés, pero puede llamarme Erika».