Diari Més

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Capítulo II: Debía haber pasado ya una hora desde que despedí educadamente en el arcén de la autopista los dos testigos de Jehová con corbata y gafas de sol, cuando un camión me hizo luces desde una gasolinera cercana. «Vas a Madrid? Yo voy a Lleida, te adelanto unos kilómetros si quieres. ¡Sube!». Di las gracias a aquel amable camionero rumano y, no sin esfuerzos, conseguí subir a la cabina. Mientras aquel hombre cargaba gasóleo, vi ante mis rodillas un libro azul, grueso. El camionero me cuadraba más «leyendo» unos pies de cerdo en un «bareto» que deteniéndose en un área de servicio para leer Los Pilares de la Tierra. Pero no hay que guiarse por las apariencias, yo con la barriga parezco un ministro franquista, y ya veis ... Abrí tímidamente el libro y reconocí aquel cuerpo de letra 7 en papel de cebolla. ¡Era una Biblia!

Al volver a la cabina, arrancamos. Yo más contento que unas castañuelas porque mi aventura comenzaba. Y, como el Pedro Sánchez, no las tenía todas de poder llegar al final de mi trayecto. Aquel hombre comenzó tímidamente. «Oye, ¿y tú vas a misa?» Yo, que ya conozco este trivial me evadía como podía. «Bueno, ya sabes que la fe es algo que te inculcan de pequeñito, yo creo más en hacer el bien a los demás, los pobres...». Pero la cosa no funcionaba. «¿Y tú mujer?». Pensé que ya no podía escaparme más. «Ella es atea». Aquel hombre se convirtió en la niña del Exorcista y, sí, amigos, pasó lo que se sospecháis. Me encontré de nuevo mostrando el cartelito que ponía «Madrí» en un polvoriento polígono perdido del mundo. Por suerte no me pasó por encima con el camión, soy independentista e iría al infierno.

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