Diari Més

Creado:

Actualizado:

Hoy he titulado «Valverde», pero no os preocupéis que no hablaré de «La importancia de llamarse Ernesto». Sigo de vacaciones, vosotros no lo habéis notado que los autónomos no solemos disfrutarlas ... tampoco merecemos la vida. De Canarias he ido a un pueblo de los pre-picos de Europa, que a mí me suena a descafeinado con sacarina y soja. O estás a los picos o no estás, pero esto de pre, suena como «proclamo la pre-república» o aquel «pre-universitario» de la época del marido de la «Collares».

El pueblo de la familia de la persona con la que comparto la vida. ¿Qué? No, no es el director de CaixaBank, quiero decir mi mujer. Pues el pueblo se llama Valverde de la Sierra y está en el triángulo de las Bermudas entre León, Palencia y Cantabria. Es un pueblo de 12 habitantes, la mayoría en edad de tirar la cuchara, y toda la paz del mundo está allí. Bueno, con unos matices que ahora os explicaré: para un hombre nacido y crecido en ciudad, hay conversaciones que horrorizan más que tener la música alta en el barrio de La Esperanza. Sí, hombre, es la Budellera. En la «ville» de la mujer se habla de los lobos que se han paseado por la calle esa noche, de un oso que merodea por los alrededores o que a fulanito se le ha pegado una garrapata y le han tenido que amputar el sueldo, porque está de baja. Un día, paseando con Araceli, me contaba la historia de las casas una por una. «Aquí pusieron una bomba a uno que fue alcalde». ¡Joder! «Aquí le quemaron una cuadra con las vacas dentro a menganito». ¡Ostia! «¿Y esa casa tan bonita?» «Murió el dueño». «¿Y esta otra?» «Este se fue a América y desapareció. Cuidado, hijo, no pises la serpiente…». Sólo estaré unos días, pero si no vuelvo, he escondido el testamento -hecho un rollito- dentro de un agujero que he hecho en la muralla.

tracking