Diari Més

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Muchos os habéis extrañado de que el magistrado Llarena enviara euroórdenes de detención contra Clara Ponsatí y Toni Comín en el preciso momento en que Puigdemont quedaba en libertad. Habéis comenzado a criticar el juez cuando no conocéis la realidad de la situación. Habéis gritado: «¿Este hombre no se ha enterado de que la juez de Sassari no quiere extraditar al presidente?». Pues habéis sido injustos porque la respuesta es que no funcionaba el WhatsApp. La prueba es que cuando las redes volvieron a moverse, en el móvil del magistrado -Un Xiaomi Stubborn- aparecieron los mensajes acumulados: «Pablo, frena, que la jueza italiana no se entera». Pero ya era tarde. Cuando en Madrid se dieron cuenta de la caída de las redes, llamaron a Miguel Strogoff para que saliera a caballo con las dos euroórdenes reactivadas hasta Marsella. Allí, ante la prisión del Castillo de If, donde estuvo preso el Conde de Montecristo, debía embarcarse hasta llegar a Cerdeña. Cuando el Correo del Zar llegó a su destino y le dijeron que aquellas órdenes no servían, Strogoff exclamó: «¡Me cago en lo que se menea! ¿Cuántas veces tendré que ir de España a Italia y de Italia a España? ¡Ya parezco un emperador romano!» Y volvió a caballo, seguido de tres agentes del CNI en un Fiat 500 destartalado, para no levantar sospechas. Antes de llegar al puerto se detuvieron porque uno de los del coche propuso hacerse unas pajitas, refiriéndose a segar un campo de trigo cercano a la carretera.

He investigado y el presidente Puigdemont es mayor que el magistrado Llarena, y ya se sabe que el demonio sabe más por viejo que por diablo. Otra curiosidad: ambos fueron presidentes en Cataluña durante unos días: el de Amer fue proclamado Presidente de la Generalitat el 12 de enero de 2016 y el 28 de ese mismo mes, Pablo Llarena marchaba hacia Madrid cantando aquello de «Unos que vienen y otros que se vaaan».

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