Habéis visto el titular y habéis dicho: «¡Hombre!, el Moisés por fin critica a los suyos -los íberos de la independencia-». Pero no. Esperad un momento que entro en el diccionario. Ah, coño, que polacos no son catalanes, son los de Polonia. Es que, veréis, en catalán correcto una señora de ese país es una «polonesa», pero a mi me sonaba a un traje que llevaban las mujeres en el siglo XVIII y que se dejaron de poner cuando la familia se compró un Seat 600. Se ve que con aquellas faldas abombadas no podían entrar en el coche.
Yo pensaba que los españoles éramos/eran los únicos que teníamos los testículos más grandes que las ruedas de La Cibeles, pero no. Por si no lo sabéis, porque vivís en una cabaña en la sierra sin tele, os contaré de qué hablo: un grupo de magistrados del Trybunal Konstytucyjn polaco fueron a tomar una copa en la cafetería Alternatywa. La conversación sobre la Unión Europea fue subiendo de forma directamente proporcional a vodkas que tomaban. Entonces, uno de los magistrados dijo «lo que pasa es que no tenemos cojones de hacer frente a los de Bruselas». Y los otros catorce jueces gritaron con la misma voz que Cañita Brava: «Si tienes lo que hay que tener, ve ahora al despacho y haz una sentencia diciendo que mandamos nosotros, no ellos». Un borracho gritó: «¿Y por qué no lo decíais antes de firmar el tratado de adhesión, eh, valientes?».
Pues sí, el Constitucional de Polonia ha dictaminado que sus decisiones están por encima del derecho de la UE. O sea, cuando la Unión Europea concede una subvención para el Covidi 19, salen a la calle con capazos para recoger el maná que cae del cielo belga y los agricultores se benefician de las ayudas a la agricultura, pero cuando la UE quiere frenar la deriva autoritaria del país, no les gusta. No han dicho que quieran marchar, sino que quieren seguir recibiendo la parte buena y rechazando las críticas. Más o menos como los de aquí, que también tienen los huevos como las ruedas de la Cibeles.