Aunque, más o menos, nos hemos dedicado a lo mismo en la vida, no conocía personalmente el Carles Porta. Pero, hace unos meses que coincidí con él. Con la diplomacia que me caracteriza, dije públicamente en medio de una charla en Tarragona, que cuando vi el primer programa suyo en la tele dije «¡Qué cabrón!». Y lo decía en la acepción aquella andaluza de insultar desde el aprecio y la admiración, pero, básicamente, por envidia. Yo, cuando sea mayor quiero ser Carles Porta, por haber encontrado un formato y una manera de explicar la crónica negra de una forma más atractiva que Agatha Christie o Margarita Landi.
La información policial y judicial no es fácil de conseguir. Últimamente, los contactos son así: «¿Hola, me podrías decir algo sobre el caso X?». Respuesta 1: «Está bajo investigación». Respuesta 2: «Hay secreto de actuaciones». Respuesta 3: «Ya se ha publicado todo lo que se podía decir». Respuesta 4: «No, en prensa no hay nadie».
En los años noventa, un servidor había jugado a las cartas con los policías en una comisaría de Canarias, había cenado en el Tritón con los componentes de las patrullas y entraba en los cuarteles como si fuera un miembro del cuerpo. No era difícil que te autorizasen a hacer una entrevista en la cárcel. Si lo pides ahora, probablemente, te enviarán a paseo.
En los años 90 todo era más fácil, yo tenía un escáner intervenía las conversaciones policiales. Los de la científica ya me conocían y a menudo llegábamos juntos a la escena. Aquel aparato se podía comprar en una tienda, por tanto, era problema de ellos encriptar sus comunicaciones. Precisamente por estos tiempos de dificultades en contactar con fuentes policiales y las dificultades de la corriente política que vivimos, hacer un programa de televisión de la factura del «Críms» de TV3 es para quitarse el sombrero. ¿Se ha notado mucho que busco trabajo?