Recibo una sentencia del TSJC informando de la absolución del fotoperiodista Albert Garcia, vinculado a El País, y he quedado con la misma cara que si revelaran finalmente quién es M. Rajoy. El fotógrafo había sido detenido con una reducción desproporcionada cuando nada había hecho. Lo repito: no había hecho nada. Pero los «agentes actuantes» informaron de lesiones, concretamente se escribió en la novela que el dicente «golpeó fuertemente en la mano derecha del agente con resultado lesivo» y dió un «fuerte empujón para menoscabar su integridad física». Éste es uno de los miles de casos de invenciones que se producen en actuaciones policiales dudosas y que, por motivos que se me escapan -pero que intuyo-, los jueces no quieren aclarar.
Un periodista que está en una manifestación correctamente autorizado por la autoridad correspondiente no es un manifestante, y un manifestante no es un delincuente, Albert simplemente cobra por tomar fotos. He recordado una época de mi vida en la que iba por los campos de fútbol de categorías bajitas y las amenazas que recibía cuando tomaba imágenes de las agresiones al árbitro. Los seguidores no querían que quedara constancia de eso. Aquí, los agentes que realizan reducciones desproporcionadas no quieren notarios de su actuación. Por eso, un fotógrafo se convierte en un enemigo, porque es un peligroso testimonio de la irregularidad.
Por fin un juez ha puesto sobre la mesa este vergonzoso hecho de las invenciones. Si no se ve ninguna imagen de la agresión y hay testigos que dicen que no ha existido, debe aplicarse lo que sus señorías aprendieron en la Escuela Judicial: en caso de duda, a favor del detenido. En este país, en caso de duda, cuando se trata de un policía, en vez del in dubio pro reo, lo que suele escucharse es la música del Danubio... Azul.