Diari Més

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En Cataluña no es nada fácil hacer política. No se trata simplemente de competir en el espacio derecha o izquierda o viceversa, como se produce en el resto de España, con la salvedad del País Vasco. Además, la otra coordenada política con denominación de origen catalana es el constitucionalismo versus independencia. En el bloque constitucionalista se encontrarían Cs, Vox, PPC-PP, y en menor medida PSC-PSOE; mientras que en el bloque independentista compiten formaciones, con políticas socioeconómicas antitéticas, como ERC, JxC o la CUP. Si no se tienen en cuenta estos dos ejes políticos, resulta difícil entender algunos hechos políticos que puedan darse en Cataluña.

Un ejemplo de esta mezcla de ejes se puede ver cuando, no hace tanto tiempo, el PPC dio apoyo a la desaparecida CiU de Jordi Pujol, incluso en momentos que no era necesario hacerlo, políticamente hablando, porque el PP gobernaba España con mayoría absoluta (2000). Se hizo porque el entendimiento era posible, sobre todo cuando se hablaba de modelo económico. Además, vale la pena recordar que, por aquel entonces, la formación política gobernante en aquellos momentos en Cataluña (CIU) representaba un nacionalismo moderado y actitud de responsabilidad de Estado.

La concordia no solo fue posible en el espacio del centroderecha. También esos pactos se dieron desde los espacios de izquierda, quien no se acuerda del Govern Tripartit de Pascual Maragall y José Montilla (2003-2006), que nace después de los Pactos del Tinell, entre el PSC-PSOE, ERC, ICV-EUA, llamado Gobierno Catalanista y de Izquierdas, sin aparecer la reseña independentista, cuyo acuerdo central fue la reforma del Estatut de Catalunya, hecho este que no fue suficiente, para dar unos largos años de tregua al movimiento independentista.

En los años posteriores, el movimiento independentista llega en diciembre de 2012, siendo Presidente de la Generalitat, Artur Mas (CiU) y Oriol Junqueras (ERC) a firmar un pacto de gobernabilidad, basado en una consulta de autodeterminación. Se inicia el conocido procés de independencia, culminando en un referéndum el 1 de octubre de 2017 convocado por el entonces responsable del gobierno de la Generalitat, Carles Puigdemont, teniendo en contra el Gobierno del PP de Mariano Rajoy y declarado ilegal por el Tribunal Constitucional. Han transcurrido cuatro años desde entonces, desilusionando a todos aquellos que se conocían como la «revolució dels sonriures», los mismos que ingenuamente creyeron existía un plan B en el caso de una consulta fallida, hoy todavía ni rastro de este. Para muestra del desencanto, la cifra de asistentes a la última manifestación del pasado día 11 de septiembre, donde el gobierno de la Generalitat se preocupó muy mucho de no poner impedimentos sanitarios para poder asistir a la convocatoria.

A todo ello hay que unir, los malabarismos de Pedro Sánchez para asegurar, una vez más, el apoyo de ERC, en su afán por dormir una noche más en el colchón de la Moncloa. Un ejemplo de esta sociedad de apoyo mutuo entre socialistas y republicanos es el anuncio, por parte del PSC-PSOE, que dará apoyo a los presupuestos de la Generalitat de Pere Aragonès liberando, de esta manera, al Molt Honorable del abrazo del oso de sus socios en el eje independentista, JxC y la CUP.

Así pues, el escenario político en Cataluña continúa debatiéndose entre los dos ejes de coordenadas, derecha e izquierda y constitucionalistas e independentistas. El último ejemplo de todo ello es el manifiesto de personalidades de la sociedad civil catalana, como Valentín Puig y Ferran Toutain, entre otros, que persiguen unir fuerzas constitucionalistas para derrotar al secesionismo catalán mediante una lista conjunta de cara a los próximos comicios. Se trata de una operación destinada al fracaso porque de ella no participará el PSC-PSOE y tampoco querrán sacarse un selfi juntos un PPC testimonial, un VOX que entra en el Parlament de Catalunya con 11 diputados y un Cs que está en liquidación. En todo este escenario político catalán, nadie puede poner en duda que existe un vacío electoral porque son muchos los votantes que se encuentran huérfanos de un espacio político catalán, de centroderecha y comprometido en un proyecto conjunto con España, alejados de posturas exclusivistas de marcas identitarias territoriales.

Ese es un espacio que, de saberlo hacer, el PPC podría utilizar como trampolín para recuperar el pulso y crecer, ya que es difícil poder hacerlo queriendo imitar a VOX, pero sí acercando los votantes de Ciudadanos que un día fueron sus votantes, tal y como hizo el PSC-PSOE en las últimas elecciones autonómicas. Si además el PPC fuera capaz de mostrarse de utilidad para aquella población que se siente tan catalana como española, pero que siempre han visto en el PPC un proyecto político que nada tiene que ver con ellos, miel sobre hojuelas porque la tan deseada alternancia política en Catalunya estará un poco más cerca. Ojalá que los actuales líderes del PP, quien corresponda en el organigrama, doten, en un futuro no muy lejano, de mayor autonomía de funcionalidad y pertenencia al PPC para poder liderar todo el constitucionalismo catalán.

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