El primer tren que circuló por España no fue el de Barcelona-Mataró, lo siento, listillos. ¿Te lo contaron de pequeño? Pues si con los trenes te engañaron, imagínate en política. El primer tren que circuló en tierra española fue el de La Habana-Güines en una Cuba que en 1837 era una provincia del imperio antes de que consiguiera la independencia de una forma, como lo diríamos, menos dialogante que los de la mesita de noche. Fin del primer capítulo. Sigo.
En 1856 Renfe no existía, pero sí se habían inventado lo de las siglas, así que la MZA era la Compañía de los Ferrocarriles de Madrid en Zaragoza y Alicante. Tanto en La Habana como en Barcelona los directivos de sombrero de copa y cigarro coincidieron en los primeros meses que había días en que la afluencia de viajeros aumentaba con motivo de alguna feria, de Navidad o para ir a votar las primeras Cortes Constituyentes. Entonces uno de los accionistas, un tal Isaac Pereire, golpeó la mesa y gritó: «¡Que los pasajeros viajen apilados como ganado nos hace perder prestigio!». Desde entonces, en días puntuales, el director de cada zona hacía una previsión y pedía que los trenes tuvieran más vagones. Y así, los encargados de la logística del tren de Cuba y el de Mataró sabían que los estudiantes, los soldados y las criadas volvían a casa para el fin de semana, y ponían trenes más largos.
Hace cinco días, he recordado a aquel Pereire y he rezado para que resucite como Jesús, porque volví de Barcelona como si fuera en ese primer tren de Güines, bueno, sería de Guantánamo en mi caso. De pie, apilado, sudado y con la puñetera mascarilla. Hace 184 años del primer tren español y seguro que era más digno que Sants-Reus del 12 de noviembre. Me lo he currado hoy, ¡eh! No como vosotros, Renfe.