No soy experto en nada, pero un poco sí entiendo del tema de las investigaciones policiales y, como llevo seis años en primero de Derecho, algo se me está quedando. Una de las circunstancias que más me sorprende del mundo criminal son los casos sin resolver que estaban ya resueltos. Me explico. Tengo un amigo, que muchos conocen, que le mataron a su hermana a principios de los ochenta. Todo el mundo sabía quién era el asesino en el pueblo, pero había alguien que quería que ese crimen quedara impune. Tardaron muchos años, pero, al final, el asesino fue a la cárcel. De las circunstancias que rodearon ese encubrimiento no hablaré porque en este país la seguridad jurídica es el nombre de un restaurante.
El caso de Helena Jubany, bibliotecaria en Terrassa es uno de esos casos que nadie se explica por qué no está ya sentenciado. ¿Qué o quién impide que se llegue al culpable o culpables de esa muerte? Por lo que conozco, tanto a los investigadores de Mossos, como de Policía Nacional, están capacitados como para después de tantos años poder decir quiénes son los culpables, pero, como ocurría en el caso de mi amigo, nunca se llega al final. Y dan vueltas y pasan años y dan vueltas, cuando en Terrassa todo el mundo tiene una sospecha clara. Me he cuidado de no decir ningún nombre ni ubicación no fuera que -como ocurre muchas veces- el mensajero sea quien acaba cayendo... y no de la bici, como el cartero de Crónicas de un Pueblo. El miércoles se cumplieron 20 años del día en que mataron a Helena y ha sido el día que un juez, que no es quien instruyó el caso en los años 90, ha decidido dar un paso que todo el mundo espera que ponga luz a la oscuridad, como diría el amigo Carles Porta. ¿Imagináis que hubiera un sospechoso del caso de Gemma Biosca, asesinada en 1987 en Tarragona y que todo el mundo supiera quién es, pero nadie se atreviera a detenerlo? Pues eso.