Diari Més

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Hace unos días que me tocaron el cuscurro desde las altas esferas porque en mis artículos me voy con facilidad de un tema a otro, como el Juanca. No hice mucho caso, porque soy más soberbio que un magistrado de Polonia. (Eh, que no he hablado de la Villa de París). ¿Ve? Ya he pasado del cuscurro a Francia, aunque podría defenderme diciendo que no he cambiado de tema, porque las baguetes también tienen cuscurro.

En el Serrallo se me acerca un señor de 83 años que me ha reconocido, y me dice que lee cada día este artículo. Le llaman el Nano de la Rosona, un repartidor de butano jubilado. Saber cómo se llama realmente alguien en el Serrallo es más difícil que conocer quién se ha jubilado en el CNI. Pues el hombre, hablando de mis Mandamientos, dice que soy disperso y paso con facilidad de un tema a otro y que a menudo se pierde leyéndome. ¡Osti! Ahora sí, ahora sí que veo que este artículo debe tener un relato coherente, como el de Puigdemont. Que un periodista veterano y un repartidor de butano octogenario opinen lo mismo, me hace ver que mi profesión podría ejercerla un sexador de pollos.

Recordé otro día que mis huesos estuvieron en el barrio de los pescadores pecadores. Investigaba periodísticamente el suceso que ocurrió en un curso de submarinismo en Segur de Calafell, en agosto. Wifredo, otro amigo de Serrallo que también canta la canción aquella de Serrat de hace cuarenta años que tiene cuarenta años, me dio una opinión acertada de lo ocurrido allí. Su visión de buzo jubilado era tan precisa como la del lector de los Mandamientos. Creo que estos hombres son tan sabios que deberíamos echar a todos los concejales y hacer que gente como el hijo de Rosona o Wifredo llevaran la ciudad. ¿Cómo? Que quien sería el alcalde. Hombre, eso ni se pregunta: César Pastor.

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