Cuando hablan de aquella explosión en Tedesa en 1992, ¿sabéis quién estaba allí? ¿O que fui propuesto por los presos para hacer de negociador a un motín en la prisión de Tarragona en 1995? No, señor, se me conoce como el payasito que escribe el artículo de la contraportada. A mí ya me va bien, porque en vez de enseñar el pasaporte, basta con que me baje la mascarilla. La médica, en la URV, el podólogo, alcaldes, farmacéuticos y un hombre en una copistería de Cambrils, me dicen que les gusta este artículo. Sin embargo, hay una segunda división de admiradores, que -como los de extrema derecha- no coincido con ellos a pesar de ser un descerebrado. Yo los conozco como los que quieren hacer un trío, porque hablan de mí o quieren quedar mediante un conocido mutuo. Ahora entendéis por qué hablaba de «tríos», ¿verdad chapuceros? A menudo hablo del amigo fotógrafo Pep Escoda. Normal, sólo tengo uno. Hoy no voy a hablar de él sino de su hermanito pequeño.
Escena: interior quirófano. El médico Jaume Benages le coge el «teleobjetivo» para hacerle una citoscopia uretral, la que más hacen en el Vaticano, porque se conoce en el entorno médico como la prueba del Papanicolau. Lo explicaré suave porque estamos en horario infantil: ¿sabéis que hay frankfurts con queso dentro? Pues una citología es cómo meten el queso. ¿Ha quedado claro? El doctor Benages mete la cánula en el conducto mientras le dice a Escoda que lee este artículo cada día. Pep hace una sonrisa fingida, porque que te metan una caña de hierro por «allí» no es como tomar un quinto en el bar Motoclub. Sólo les gusta a los faquires. El médico le dice que ya quedaremos los tres, Pep baja la cabeza y contesta que vestidos, porque después de la citología no está la cosa para muchas fiestas. Benaiges, comemos, ven sin el pincho... ya lo pediremos con el vermut. ¡Ah, pagas tú!