Reconozco que, a pesar de escribir artículos de opinión como si fuese un gran periodista, lo cierto es que no tengo ni idea de nada, como un tertuliano de La Sexta. Debo reconocer que no sé lo que es un facha. Últimamente, lo oigo mucho arriba y abajo «¡Este tio es un facha!», y yo miro y no veo nada. Me ocurrió también cuando hace muchos años hicieron por televisión un ciclo de cine negro y yo siempre esperaba que saliera un señor de color. Ahora no sé si lo hago bien o si alguien se va a ofender, como ahora está de moda.
Hombre, a ver, lo que yo considero que era un facha era Benito Mussolini, Pinochet y esos tipos que creen que mandan en proporción directa a las medallas que tienen colgadas en el pecho del uniforme.
O sea, que yo creía que todo esto del fascismo ya había muerto hace muchos años. En España, más o menos cuando llegó la tele en color. Pero hace días vi cómo un presidente de un país europeo ordenó a los militares que disparasen a matar a los manifestantes. Así, con un par de huevos de granja ecológica, de los que le gustan al ministro Garzón. Y aquí todo el mundo calladito, no sea que se enfade Rusia. Eh, que si no entiendo de fascismo, imagináis lo que entiendo de «La Gulag del Norte», como sabéis, yo soy de Jerez de la Frontera, y Eugenio se inspiró en mí para hacer aquel chiste de la ensaladilla rusa.
Pero cuando ya empezaba a digerir que un presidente de un país, en teoría moderno, ordene ejecutar a manifestantes, he visto un vídeo de Roma donde miles de buenos padres de familia levantan el brazo y hacen cantos fascistas en plena calle, igualito igualito que cuando sus abuelos estaban delante del hijo de... Alessandro Mussolini. Entonces me he dado cuenta de que algo no funciona. Eh, que, a pesar de no entender nada, antes de que nos fusilen, quizá deberíamos ir a la academia OpenUrn a aprender a votar.