Diari Més

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No quiero poner nombres porque acabo de cumplir 61 años y ya no tengo el pulso que tenía hace años para disparar Fairy. Aquel Torrente jubilado que le quitó protagonismo a Belén Esteban dijo una frase que no recuerdo exactamente, pero era algo así como que alguien era un mal espía. ¡Ostras! Qué título tan bonito para una novela negra, «El mal espía». Cuando termine la que estoy leyendo, del Salvador Balcells, me pondré a escribirla.

A diferencia de vosotros, pobres mortales, yo sí conozco a espías, pero no puedo decirlo. Tengo una vecina que lo parece. Tengo mis recursos para descubrirlos: por ejemplo, la de mi rellano oye perfectamente, pero lleva un sonotone, y a menudo la oigo hablar sola. Un día le dije: «Encarnación, creo que te he descubierto, eres del CNI». Y ella me preguntó si yo era del PM, «¡Uy no! Lo de la Policía Militar sólo en la mili». Pero se refería al Pere Mata: «¿No sabes que existen los auriculares bluetooth para no tener que cargar con el móvil?». Hice el signo de la victoria con dos dedos y me los puse en los ojos mientras me iba alejando.

En el contenedor, tirando la basura, me encontré a otro. Un hombre con americana y corbata, como si tuviera que ir a la boda de Leticia Sabater. Me pongo a su lado y le digo: «No disimules, que sé que lo eres». Y me contesta que sí, que es un político de Ciutadanos que trabajaba en la banca, y ahora está arruinado. «Chico, si sólo tengo esta ropa... Por cierto, ¿no tendrás un euro para el tren?». Soy un tipo listo, inteligente y un investigador que te cagas. No sé por qué no me contactaron los del Centro Nacional. Termino con una anécdota: en marzo del 2003 estuve en lo que sería el CSI de España, en el barrio de Canillas de Madrid. Pregunté a mi acompañante si podía conocer a alguno de los importantes espías que investigaban un caso de alcance nacional. El agente me contestó que los cinco que me había presentado minutos antes lo eran. Un crack. Soy un crack.

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