Diari Més

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Hace 83 años que acabó la Guerra Civil y no hay día en que no nos venga el recuerdo de aquella época de mierda. No, no lo digo por lo que estáis pensando, sino porque los TEDAX encuentran artefactos explosivos que todavía tienen capacidad para hacer daño, como los que estáis pensando. Yo, que soy pobre y la mujer un poco tacaña, hemos pensado que en vez de hacerlos estallar, las granadas quiero decir, en una dimensión nueva del reciclaje (no quiere decir que en Gandesa pongan contenedores de color caqui con la inscripción: «Sólo objetos de artillería y medallas») las bombas recuperadas podríamos pintarlas un poco, quitarle el óxido verde y que un vecino que tengo que es un manitas le pintara con rotulador una fecha de fabricación de 2022 y un «Made in China» en letra pequeña. Entonces podríamos venderlas a Margarita Robles a buen precio para que las mandé a Rusia para la tercera guerra mundial, que no puede empezar porque en pandemia moriría más gente yendo a las farmacias de la Tundra a comprar antígenos que de un porrazo explosivo. Ahora he recordado a Gila: «¿Oiga? ¿Está Putin? ¡Que se Ponga! Que tenemos aquí unas granadas de Camposines que las hemos pintado de amarillo y parecen armas nucleares. ¡Uy, dan un miedo!». Lo petaríamos. Los republicanos estarían contentos de que sus armas, que sirvieron de poco en el Ebro, ahora lo peten en el Danubio.

Al igual que con las armas, también podríamos hacerlo con otros decomisos que hacen las fuerzas de seguridad, como los 19.600 jamones que la Guardia Civil quiere destruir porque en la etiqueta pone ibérico y se ve que son más de mercadillo. Envíadlos a Siberia, ¡hombre!, que allí no saben lo que es un jamón ni ibérico, ni de pata negra. Bueno, de patas negras quizás sí, que allí las congelaciones están a la orden del día. ¿Qué queréis? Me faltaban algunas líneas para terminar el artículo, de algo tengo que «tirar».

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