Hará unos treinta años que publiqué que un director de hotel abusaba sexualmente de sus empleados. Días después recibí un telegrama diciendo que el hotel había abierto una investigación y que yo tenía que ir como testigo. Vuelvo a escribir: «debe venir». Ni que decir tiene que escribí un artículo diciendo si se habían tomado unos cuantos tequilas. Primera cosa para reflexionar: las investigaciones que inicia una empresa o institución privada no obligan a nada. Segundo: las investigaciones que se realizan dentro de la institución afectada y que investigan a compañeros de los investigados tienen la misma validez que una bolsa de lana para comprar vino a granel.
Es decir, que, si en Mossos d'Esquadra se dice que se ha iniciado una investigación, si esta investigación la hace gente de dentro del cuerpo, no vale para nada. Ya hemos visto a lo largo de los tiempos los resultados de las pesquisas dentro de aquella institución que se creó hace dos mil años. No, no era el Tribunal de Cuentas, sino el de las almas.
Los departamentos de control deben estar formados por auditores externos y técnicos que puedan peritar independientemente de la entidad si se ha actuado de forma irregular. Desgraciadamente, el corporativismo pesa más que la justicia. Ejemplo: un inspector de policía que agredió a un fotógrafo en Barcelona ha sido condenado. ¿Creéis que dentro del cuerpo alguien tomará alguna medida? No hace falta que lo diga. Me atrevería a decir que será extraño que no le asciendan o le pongan una medalla, como aquellos que hicieron una fiesta del 1-O. Y ahora ya sé lo que está pensando: ¿Y en el Parlamento alguien investigó el caso de los que cobraban sin ir a trabajar? Efectivamente, es otro caso similar donde ha tenido que intervenir un auditor externo, una periodista, para que barran en el altillo, perdón, en la casa del «bajillo».