Los independentistas pensamos de una manera y los no independentistas de la forma contraria. A Alejandro no le gusta una Catalunya fuera de España y a Laura Borràs, sí. Lícito por ambos lados. Pero una cosa es la ideología y otra la profesión. Siento criticar al exministro Juan Alberto Belloch, quien siempre me había parecido un hombre tan equilibrado como Anguita. He leído su opinión, la de un magistrado, que hace que piense que lo mejor que hace es jubilarse. Yo era y soy un cuñao, pero estudio Derecho, también es verdad que con peores notas que Antoni Rovira i Virgili, que tardó 15 años en licenciarse. Dice el señor Belloch que la sentencia del Proceso es muy adecuada. Pagué el AVE y un hotel en Villaverde por estar en esa vista suprema con una libretilla en la que apuntaba las transgresiones de los códigos. Había más de veinte. Llegó un momento en que apunté «Puro teatro». Tú puedes tener un póster de Companys en casa o no, pero no puedes dejar de ser un magistrado que, de repente, ha dejado de olvidar al juez predeterminado, que se vete el derecho a una instancia superior, que no se aceptaran pruebas que destapaban falsos testimonios... que, cuando aparecían, quedaban en un suspiro en la sala. No hay mejor garantía de que un juicio sea público, pero también sería una buena garantía que, si lo hacen mal, no se saquen de las puñetas la conocida impunidad emérita. Me gustaría que el señor Belloch opinara de la sentencia que condenó a su esposa a 18 meses de cárcel. Seguramente esa no la firmaría. Dice que Cataluña necesita más derrotas. ¿Qué derrotas? Las que está destapando la justicia europea y que a un servidor le hacen avergonzarse de este país de pianistas. He logrado terminar el artículo sin hablar de ETA, no es tan difícil.