Siempre he pensado que en las casas reales trabajan menos que Toni Cantó. Podría poner ejemplos que harían daño, pero como son inviolables, debo contenerme. Bruselas debe de ser caro. Para mí, Alberto de Mónaco es el ejemplo de cómo vivir como un príncipe en un país donde con diez mil euros no tienes para comprar los globos de la fiesta de cumpleaños de tu nieto. Pensaba que el hijo de la Kelly era el único ejemplo de cómo vivir sin trabajar, pero no. He hecho un gran descubrimiento: si te llamas Alberto ya tienes muchas posibilidades de ganarte la vida con el sudor de los demás. ¿Por qué lo digo esto? Pues porque he recordado a aquel tipo de ACS, Alberto Cortina. El pasado martes leí otra conducta ejemplar, como es la de ganar dinero sin pegar un palo al agua: Albert Rivera, que se embolsó una pasta en un importante despacho de abogados. Se ve que lo de ir en pelotas por la vida sólo era para salir a un cartel electoral. Ahora ya tiene roba (a veces se me cuela alguna palabra en catalán, es un defecto que tengo). El martes leí que Mister Malú había dejado el bufete donde trabajaba porque no trabajaba. Ya, ya sé que os ha estallado el cerebro. Se ve que el ex naranjito fue fichado como presidente ejecutivo, pero que -según dicen los que llevan el despacho- se dedicaba más a llenar la vejiga que la caja fuerte. Es decir, que hacía más de presidente, al más puro estilo Sánchez/Rajoy, que de ejecutivo. Esta gente sólo son ejecutivos cuando tienen que echar a diputados como Rodríguez, ese canario de Unidas Podemos. ¡Cálla, que ahora que pienso, también se llama Alberto! Tenía apuntado por el final otro, Alberto Garzón, pero no me cabe, tendré que pedir más espacio, quizás un «macroartículo».