La excelentísima señora Doña Isabel Natividad Díaz Ayuso es guapa. La excelentísima Ayuso es una mujer de Chamberí. La señora Ayuso es una musa de Goya, es la Piconera de Romero de Torres, es la Concha Velasco de los años 60. Isabelita, la de Chamberí, ha sabido moverse en la política, como una serpiente, para llegar a destronar al pagafantas de Míster Máster. Lo ha hecho sin que se le corra el rímel y limándose las uñas mientras el perro de Aguirre, el Pecas, hace ese movimiento convulsivo tan simpático de los perritos en celo. Otros animales políticos también se han convulsionado estos días en la silla. ¡Mira! Me gusto hoy. Parezco importante haciendo de tertuliano-cronista-político graduado en la Juan Carlos I. ¿Será Díaz Ayuso la nueva Evita Perón? ¿Será la excelentísima señora de Madrid una gran estadista en el futuro, o acabará de líder vecinal del barrio de la Señorita Pepis? Sí que es verdad que la presi ha aprendido el arte de escenificar con el mismo talante de una API de Lavapiés.
Creo que si a Madrid le quitaran la capitalidad -y la pasta que se le cae de nuestros bolsillos- y montaran los ministerios en Alcañiz, el Congreso de los Diputados en el local de La Riojana y el Senado en Cádiz, la excelentísima señora acabaría abriendo una peluquería en Vallecas, que es donde debería estar. Pero, amigos, doña Isabel, y Pedro Sánchez, tienen una flor en el culo y les sale todo bien. Hasta dan rabia. Ahora seré crudo, deje de leer si no le gusta la crítica dura: cuando algún día se decidan a contar muertos en vez de cervezas en las terrazas, todos estos votantes se convertirán en acusadores y dirán lo que me dijeron en el Registro Civil en Octubre: «¡Casado!». Bien, ¡hasta el lunes! Eiii, esperad, esperad, que no he hablado del hermano, que también es de Chamberí.