El cerebro no me funciona bien estos días porque tengo una enfermedad que seguramente no os suena de nada: se llama COVID. Los científicos le han puesto un numerito para que mole más. Tocaba el 19, porque el 18 ya estaba cogido por Balanopostitis. Mirad si teneís el cupón de la ONCE, quizás os ha tocado la terminación, seguramente no porque ya me ha tocado a mí la pedrea.
Ahora os lo cuento cómo ha ido la cosa: Resulta que tú, después de mil días oyendo hablar de la pandemia: que si ahora bares abiertos, ahora bares cerrados, ahora terrazas rasas, ahora terrazas arrasadas... al final te vacunas y piensas que ya no quieres oír nada más del puñetero Covid. Y entonces es cuando entras en un bar donde el que tiene mejor cara ha pasado veinte años en prisión, y todos llevan la mascarilla, sí, en los huevos a la Cubana. Entonces tú sales de allí pensando que estás más sano que Rafa Nadal y resulta que te has convertido en quien manda en España, que estás muy guapo por fuera, pero por dentro llevas un virus malo. ¿Qué? No, no me refería a Pedro Sánchez. Es alguien que -como el Covid- también lleva numerito después del nombre.
Tú hace meses, años, que oyes a gente que ha cogido el virus y aprendes a poner cara de circunstancia y decir esa palabra comodina: «Cuídate». Y esto se lo dices a alguien que tiene sesenta años y una barriga de haberse «cuidado» sesenta y dos. Como siempre le ha pasado a los demás, tú te preguntas «¿y ahora qué debo hacer?». Entonces salen los de «Cunyaína», el país de los cuñados: «¡Tienes que ir a la farmacia!» «No, no, que ahora ya no va así, tienes que llamar al CAP», «El tomillo va bien...». Finalmente, bajas cinco aplicaciones, una para avisar a la universidad, la otra para contactar con el CAP y otras tres son juegos, porque tiempo para jugar, tendrás... ya lo creo. ¡Esperad! Estoy recordando y creo que ya sé dónde lo he cogido. El jueves fui al Ayuntamiento. ¿No decían que esto lo transmitían los murciélagos?